allí donde se puede oír
gritar con todo el ancho de la boca
hasta astillarse la lengua
apropiarse de los latidos de los dioses
y ver
como se ilumina tu propia cara
sólo
con la brasa de un cigarrillo
cuando las estrellas no alcanzan
y el empeño
es buscarlas
debajo del agua
-el miedo se esconde
en la espalda del sol
hecho perro-
necesitamos parir cada amanecer
para luego morir la siesta
y sentarse
al borde del silencio
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario